"Y de la sangre derramada crecerán árboles poderosos. El sacrificio de unos es el sustento de otros".
Esas palabras leídas en algún antiguo libro resonaban en su cabeza, y la mano, sin nada que la contuviese, iba trazando un tronco y unas ramas retorcidas. Mas la vida no apareció, sólo una forma que recordaba a un árbol muerto. Sangre cocida. Lágrimas ocres. El detergente, luego, lavó las culpas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario