El pequeño triángulo blanco desata una roedora sinapsis, unas pupilas dilatadas y una soez lengua paseando por un labio.
Sed.
Una gota florece en la sien y late junto a la sangre agolpada.
El algodón pegado a la piel, en humedad imaginada, ofrece un paisaje ajeno al que nos rodea (de pinos y ríos) despertando aromas y suavidades inalcanzables. Mientras el sol ríe, el animal atado araña y muerde. La razón, siempre estúpidamente vencedora, prima... entonces miro para otro lado... así, como si nada pasara...