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lunes, 23 de marzo de 2020

Microrrelato de cuarentena




"Y de la sangre derramada crecerán árboles poderosos. El sacrificio de unos es el sustento de otros".
Esas palabras leídas en algún antiguo libro resonaban en su cabeza, y la mano, sin nada que la contuviese, iba trazando un tronco y unas ramas retorcidas. Mas la vida no apareció, sólo una forma que recordaba a un árbol muerto. Sangre cocida. Lágrimas ocres. El detergente, luego, lavó las culpas.

1973




La primera vez que lo vi me impresionó su porte, su andar y un rostro casi perfecto coronado con una sonrisa a lo Clark Gable. Pasó y apenas se fijó en mí, pero bastó un cruce de miradas para que el piso desapareciera bajo mis pies.
Con el tiempo pude acercarme a él, me convertí en una especie de mucama personal, lo atendía en lo que necesitara, siempre para él estaba y en mi mente él estaba para mí.
Un día no pude con mis ganas y lo espié mientras se duchaba, ahora era un fuego que recorría mi cuerpo al ritmo de sus manos enjabonándose, la lujuria obró y mis ojos se posaron en su miembro, tuve que taparme la boca para no gritar, al borde del desmayo salí corriendo. Me acosté y soñé.
Creo que él sabía de la atracción que ejercía en mí. Pequeños roces, guiños, palabras. Y entonces sucedió, una mañana me convocó a su cuarto con la excusa de darme ropa para lavar, al llegar, ahí estaba, apoyado en su escritorio, toalla a la cintura, pelo húmedo, unas gotas perlaban su frente y su pecho, alcancé a adivinar su excitación bajo la toalla. Me acerqué con todo el miedo del mundo y él me rodeó la cintura con sus brazos, mis labios buscaron sus labios, mi mano buscó el objeto de mis desvelos. Me tomó ahí, sobre el escritorio como en las películas, era mi primera vez, un dolor gozoso me atravesó, mi corazón saltaba de amor, de un dulce amor. No recuerdo si fueron diez minutos o una hora y nos despedimos con un beso furtivo, clandestino, como nuestro amor.
Fue una relación de casi un año, uno de los años mas felices de mi vida, 1973, nada volvió a ser lo mismo.
En diciembre se graduó de Alférez de la FAA, mi cadete era ahora un oficial. A mi me dieron de baja en la última tanda, la colimba había llegado a su fin. Volví a casa, a mis viejos, a salir con la barra del barrio, a pasear con mi novia y a soñar con mi cadete eterno.