La boca negra escupe destellos. Los cuerpos se rechazan debido al calor, tanto que terminan en una miedosa unión. El cielo gira formando una inmensa partitura que nos permite leer a las estrellas. La música y tu mano crispada, la sal y la mirada profunda. Al final nos abandonamos y la noche densa nos abrasa.
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martes, 18 de junio de 2019
05-01-15
La boca negra escupe destellos. Los cuerpos se rechazan debido al calor, tanto que terminan en una miedosa unión. El cielo gira formando una inmensa partitura que nos permite leer a las estrellas. La música y tu mano crispada, la sal y la mirada profunda. Al final nos abandonamos y la noche densa nos abrasa.
martes, 11 de junio de 2019
La Compañía
Gastón se había acostumbrado a su presencia. Primero fue una
voz suave y untuosa, charlas pasatistas durante el día, susurros de muerte y
dolor durante la noche. Luego fue una sombra de brisa fría, de esas que erizan
los pelitos de la piel. Voz y sombra. Compañía y miedo. Por último, ya era un
tipo común, con ropa común y un perfume dulzón que se sentaba en la mesada de
la cocina o a los pies de la cama que lo miraba con ojos negros irreales, de
vez en cuando sonreía en una mueca azul.
Nunca le puso nombre, tampoco él se presentó, sólo miraba,
susurraba y sonreía. Mirar, susurrar y sonreír.
El baño era el único lugar donde Gastón se aislaba, él no
entraba ahí y sí fue durante 364 días. Mirar, susurrar y sonreír.
Al año del primer susurro, Gastón entró al baño, se miró al
espejo y se asustó, él (el de los susurros) estaba reflejado ahí ¡en el baño! Enojado, o con miedo,
dijo basta, buscó la pistola que guardaba, la misma que un año antes tomó la vida
de su padre, apuntó cuidadosamente al ojo del que sonreía en el espejo y tiró.
El perito no comprendía, dos orificios de bala y sólo una
vaina servida. El hueco en el espejo trizado parece un ojo negro, irreal. Del
orificio que ocupa el lugar donde estaba el ojo izquierdo de Gastón mana un
hilo de sangre que corre por las uniones de los cerámicos del piso del baño
formando una cuadrícula carmesí. Un laberinto de muerte, piensa.
Ahora nadie mira, nadie susurra, nadie sonríe…
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