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martes, 10 de enero de 2012

Romanticismo puro.

Este relato realmente sucedió, los nombres no está alterados...



Cae el sol de la tarde, sus destellos se reflejan en el agua y nadan al compás de las olitas levantadas por los niños que juegan en la pileta ajenos al calor sofocante de enero. El verde del césped aquí y allá es interrumpido por las coloridas toallas de los bañistas.
Más allá, un poco alejados están ellos: Micaela y Dante, ajenos a todo se miran fijamente, se sonríen, como si estuvieran comunicándose mentalmente. Ese mágico momento parece durar una eternidad. Dante (adoptando una pose de galán de telenovela) baja la vista un instante para luego levantarla y con esos ojos grandes y melancólicos observar la dulce carita de Mica. Ella acomoda su lacio flequillo en un ademán típico de chica coqueta. Dante rompe el silencio:

-¿Escuchaste?
-No.
-Me tiré un pedo. ¿Y sabés por qué me tire un pedo?
-No.
-Porque tengo diarrea…

Micaela, volviendo a acomodarse el flequillo, mira con dulzura a Dante, muy lentamente lo toma de la mano y vuelven al maravilloso momento de mutua y silenciosa contemplación.
Cae el sol de la tarde, Micaela y Dante sólo tienen cuatro añitos…