Me desperté con el gusto metálico del amor y, al acostumbrarme
al paso de la penumbra al brillo matinal, tu rostro vuelve a dibujarse
emergiendo de la profundidad de la almohada, tu mirada fija en mí me estremece
y cierro los ojos y recuerdo.
Recuerdo tus caricias nocturnas que sabiamente recorrieron
mi cuerpo en alquimia perfecta con nuestras almas. Recuerdo tu susurrante voz,
trémulamente inaudible, jurando no volver a lastimarme. Recuerdo creyéndote y
mi corazón enterrando en pasión la duda racional. Recuerdo un orgasmo de plata
en roja y voluptuosa explosión. Recuerdo la pesada mano del sueño.
Vuelvo a abrir mis párpados y compruebo, con gozo, que tu
mirada sigue fija en mí, tus labios en rictus de socarrona sonrisa me provocan
unas ganas locas de besarte, cosa que haría con gusto si no fuera por ese
cuchillo que tenés clavado en el cuello…
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