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viernes, 4 de octubre de 2013

Una tabla






Una tabla recibe ansiosa la sangre que brota del cogote pelado que no quiso ser lo que debía ser. Un rebelde, un cantor al crepúsculo cuando en realidad al amanecer se lo necesitaba.
Una tabla recibe ansiosa la sangre que brota de esos ojos tristes, ojos vítreos, ojos-espejo que vieron lo que nadie vio. Olieron colores insípidos y ahora lo pagan.
Una tabla recibe ansiosa la sangre que brota de la venas, venas que transportan música, sangre melodiosa que se pierde porque nadie la quiere escuchar, sin embargo la hace eterna.
Una tabla recibe ansiosa la sangre que brota de la lengua del poeta que por no decir palabras impuestas la mordió hasta matarla.
Una tabla recibe ansiosa la sangre que brota del aleteo de una alondra, que herida por el filo plateado de la luna, cayó en tu cocina.
Y  pensaste que era un gallo y pensaste que la sopa iba a ser reparadora. No, la sopa de letras muertas llena pero no alimenta. Ahora la alondra no volará, no llorará, no cantará, no nos regalará el sonido azul de sus dulces ojos. Maldito cuchillo que no supo escuchar ni ver lo bello de lo no muerto, de lo que no duerme, de lo que se sueña…

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