Anímese, esa boca dentada no muerde. Vamos. Introduzca la
mano en esas fauces y emulando a un pulpo tome el objeto en cuestión, ese
aparatito que es imagen en potencia. Sáquelo, que la luz bañe su carcasa, ahora
sí, sopéselo, mírelo y siéntalo. Familiarícese con él, asimílelo hasta que se convierta en una parte
de su ser.
Verá que presionando un botoncito podrá capturar el
imperceptible movimiento de un árbol, paralizar el aleteo de un colibrí,
plasmar en el infinito una sonrisa, eternizar un segundo.
Cada tanto cerciórese que el mentado artefacto tenga pilas.
Son esos tubitos llenos de efímera vida electrónica.
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