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lunes, 18 de abril de 2011

Juan volaba.



Juan volaba, alto, muy alto, tan alto que de vez en cuando tocaba alguna estrella. Otras veces volaba y se divertía hundiéndose en una esponjosa nube sólo para sentir las frías gotitas en su rostro. Volaba sobre picos nevados; sobre verdes valles; en vuelo rasante pasaba sobre lagos levantando pequeñas olas sobre su ,hasta entonces, quieta superficie. Desde lo alto seguía el curso de serpenteantes ríos color zafiro que finalmente ofrendaban sus aguas al inmenso mar.  Nunca dormía, no le hacía falta pues desconocía lo que era el cansancio, nunca tenía hambre, no sufría con el frío o el calor, pero sobre todas las cosas Juan era feliz, a pesar de su aparente soledad, era increíblemente feliz porque era libre. Libre de volar a donde quisiera,de jugar a cambiar el orden de los colores del arcoiris, de recorrer otros mundos, de flotar mansamente en el cielo o surcarlo a la velocidad del rayo.
La libertad de Juan era absoluta.
Juan no había nacido...

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